Sentimientos ante la partida

    Ya no hay vuelta atrás, ni nada que pensar, la salida es inmediata y la llegada a puerto de destino fechada, ahora a desear que haya buena mar, aunque atisbo alguna marejada, deseando no sea ciclón, en el horizonte, que pudiera retrasarnos la arribada al destino y hacernos algo más penosa la travesía. Rumbo firme y claro y preparado para cualquier deriva o inclemencia del tiempo o de la naturaleza.

    Me retiro al camarote, tras pasear por la cubierta, repasar la sala de máquinas, las bodegas y demás elementos básicos a comprobar, ajustar y tener en perfecto estado para la navegación. Una vez sentado frente al cuaderno de bitácora, donde tengo todas mis notas sobre el proceso de preparación de este viaje y que he ido y seguiré compartiendo con todas las personas interesadas, con cigarrillo sin encender y café servido del que se percibe un buen aroma, que seguramente en el viaje echaré de menos, me dispongo a repasar la ruta programada.

    Algunos retoques, observaciones y hasta anotaciones para discutir con el personal técnico que me acompaña, pero con la sensación que me falta algo, sintiendo alguna amenaza sin llegar a definirla y menos aún concretarla. Cierro los ojos y busco abstraerme con la música que me acompaña pero no lo consigo del todo pues me invade una sensación de miedo al fracaso en esta aventura, en la que la responsabilidad y la ilusión suman y restan, crean sinergias y desconfianzas, en definitiva compiten en ser el referente y guía de las decisiones a tomar.

    Esta aventura no es la primera, pero sí puede ser la última, y por una razón u otra, me produce un cúmulo de sentimientos y sensaciones, solo parecidas a las que sienten (o al menos eso dicen) aquellas personas que asumen el reto de ponerse frente a los demás y compartir y deleitar con ellos sus dones, talentos y valores. Miedo escénico, creo que se llama, pero que tan pronto se afronta se convierte en liderazgo con actitud y voluntad de servicio a la causa o misión.

    Ensimismado en descubrir que me ocurre, olvido horarios y obligaciones terrenales que me asedian en el día a día, para poder cumplir el calendario y los compromisos adquiridos con el resto de acompañantes de viaje y proyecto, para quienes seguro esta travesía no será la última, pues lo importante de la utopía no es conseguirla sino el viaje hacia ella y los compañeros en ese transitar, pero sí para mí, pues el tiempo pasa y por ello se debe ceder a otros el liderazgo y la dirección de la estrategia de participación, planificación y búsqueda de nuevos puertos a alcanzar.

    Volvamos al tajo, que la faena se amontona y es necesario ya determinar y acopiar material para que este viaje sea fructífero, no solo en consecución de objetivos globales sino también en conseguir los objetivos personales que tengan en cuenta a todos y todas, los y las participantes con sus anhelos y necesidades y que no se produzcan bajas, ni que nadie se quede perdido, ni retrasado en el camino, y menos aún excluido de los éxitos obtenidos y las metas conseguidas.

     Preparemos la salida, como si fuera la última travesía.
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